POR: René Estrada.
El comité organizador del XL Maratón de la Ciudad de México ya analiza seriamente el descalificar a 11 mil corredores que no hicieron el recorrido completo, luego de revisar los puntos establecidos en la ruta, donde no quedó registrada la señal de los chips.
Con esa cifra, estamos hablando de mas de un tercio de “tramposos” de los casi 30 mil participantes que tuvo la prueba de 42.195 kilómetros que se realizó el pasado 27 de agosto.
Incluso, Miguel Vargas, el participante con mas ediciones en su haber, se vio involucrado en esos aconteceres; puesto que no hizo el recorrido completo.
La noticia, pudiera parecer irrelevante; pero en una época donde la sub cultura y el negocio de los “runners” está en apogeo, pues debemos de tomarlo con seriedad.
Sucede, que con fines mercadotécnicos, los organizadores de carreras quisieron hacer sentir a los trotadores como corredores de élite, ofreciéndoles una serie de ventajas y beneficios que sólo los auténticos atletas conseguían conforme progresaban en la realización de su preparación.
Se pusieron al alcance de todos las medallas, las playeras conmemorativas, los chips e incluso las bebidas rehidratantes.
Se ofrecieron paquetes de asistencia a los grandes maratones del mundo, e incluso se privilegió a muchos trotadores como los que asistirán al maratón alterno de París 2024.
Con la pandemia, hubo quienes fueron mas allá e incluso se realizaron carreras cortas y maratones virtuales; que a pesar de que ya no tenemos la contingencia sanitaria, todavía hay quienes hacen eventos virtuales como la empresa Avon con su tradicional justa femenil.
Pero para un sector de población que practicó el atletismo sin conocer sus fundamentos; sin esforzarse en medio de sangre, sudor y lágrimas; y sobretodo, sin conocer sus reglas básicas de categorías oficiales y distancias estándar, lo mas probable es que siguieran el modelo de simplificar las cosas y buscar atajos. Al fin y al cabo, la medalla y la playera ya estaban pagadas.
Eso tergiversó la cultura del esfuerzo con la que se desarrollaron los fondistas mexicanos de la vieja escuela.
Si no creen, pregúntenles a ellos cuánto costaba en esfuerzo y preparación el poder ganarse una medalla de primero, segundo o tercer lugar en un evento de pista y campo.
Y no sólo eso. Allá por los años ochentas no había bebidas rehidratantes y a los corredores se les ofrecía agua; o si bien les iba, una naranja dividida en cuartos.
Con la llegada de la sub cultura de los “runners”, el nivel deportivo del fondismo mexicano disminuyó notablemente.
Ahora, vale mas el incrementar las cifras de participantes que el contar con la asistencia de un buen corredor.
Antes, los deportistas conocían de reglas básicas de su deporte y en las carreras pedestres importaban los cronometrajes al terminar.
En la época presente, lo prioritario es tener una colección de medallas y playeras conmemorativas para sentirse de Alto Rendimiento.
Antiguamente, para asistir a una justa de corte nacional se requería de cumplir una marca mínima.
En la actualidad, el asistir a un maratón como el de la Ciudad de México requiere de encontrarse un buen precio en una agencia de viajes o contactar con un grupo de amigos que pretendan asistir y dividirse los gastos.
Si las cosas están de esa manera, entonces no nos preguntemos porqué hubo quienes buscaron atajos al recorrido de Filípides: Sencillamente se les olvidó esforzarse.
Entonces, ¿Quién tiene la culpa; el indio o el que lo hizo compadre?